El siglo del envejecimiento

Una envejecida Europa busca cómo pagar a sus pensionistas

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ROMA, 11 octubre 2003 (ZENIT.org).-Durante décadas las súplicas de la Iglesia católica pidiendo a los gobiernos que defendieran y apoyaran la vida familiar han encontrado frecuentemente oídos sordos. Ahora, en medio de una penuria de nacimientos y el envejecimiento de la población, los gobiernos europeos están finalmente despertando ante la crisis que asoma en sus planes de pensiones.

Hace dos semanas, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, anunciaba sus propuestas de reforma del sistema de pensiones. Durante un discurso televisado, admitía que el actual sistema no es sostenible. Con todo, la implementación del plan será difícil, como evidenciaba la decisión de los sindicatos de llevar a cabo una huelga nacional contra el tema a finales de mes.

Varios demógrafos reunidos en Berlín con motivo de un reciente encuentro del Instituto Internacional de Estadística advertían de los problemas debidos al envejecimiento de la población, informaba Reuters el 15 de agosto. «Mientras que el siglo XX ha sido el siglo del crecimiento de población, podemos decir ya desde una perspectiva demográfica que el siglo XXI pasará a los libros de historia como el siglo del envejecimiento», afirmaba Wolfgang Lutz del Instituto Internacional de Sistemas Aplicados de Análisis en Austria.

Las Naciones Unidas pronostican que el porcentaje de población mundial de 65 años o más se elevará al 16% para el año 2050. En estos momentos es el 7%. En algunos países, más de un tercio de la población tendrá 65 años o más para entonces.

Lutz afirmaba que la población de Europa era probable que comenzara a disminuir, aunque el envejecimiento significaría un aumento en el número de hogares de una sola persona. Esto, a su vez, aumentaría el consumo de energía y las emisiones de gases invernadero culpables del calentamiento global –un escenario que contrasta duramente con las esperanzas de los defensores del crecimiento cero que propugnan que menor población significaría menor contaminación–.

«La fertilidad es el motor del crecimiento demográfico y no vemos que aumente», comentaba Joseph Chamie, director de la División de Población de las Naciones Unidas. Afirmaba que la mayoría de los políticos estaban fallando a la hora de afrontar los desafíos planteados por sus poblaciones envejecidas.

Los datos demográficos más recientes de Eurostat, la oficina oficial de estadística de la Unión Europea, no son reconfortantes. Una nota de prensa del 8 de agosto observaba que la tasa de fertilidad total en la Unión Europea el año pasado había permanecido virtualmente invariable en 1,47 niños por mujer, comparada con los años 2001 y 2000. Garantizar una población estable requiere alrededor de 2,2 niños por mujer.

Están por debajo de la media países como Alemania, con 1,40; Grecia y España, con 1,25 cada uno; e Italia, con 1,26. Eurostat también informaba que continúa la tendencia a la baja en el número de matrimonios, cayendo de 2,2 millones en 1980 a 1,8 millones en el 2002, una caída del 19%. Los divorcios aumentaron en un 42% en el mismo periodo, hasta los 715.000. En total, la población de la Unión Europea se estima que ha aumentado en un 0,3% en el 2002, comparado con el 0,4% de aumento del 2001. Cerca de tres cuartas partes del aumento se debió a la inmigración.

La entrada de más países en la Unión Europea no resolverá el problema. Según un informe de Eurostat con fecha del 9 de julio del 2001, la ampliación de la Unión aumentará su población un 28%, hasta cerca de los 482 millones. Pero «debido a una dramática y continuada caída de la población en la mayoría de estos 12 países candidatos, en lugar de invertir la caída de población de la Unión Europea esperada para las próximas décadas, su acceso, por el contrario, la aceleraría», advertía Eurostat.

Según Eurostat el porcentaje de población por encima de los 65 años en los actuales 15 miembros de la Unión Europea crecerá del 16% del año 2000 a cerca del 21% en el 2020, alcanzando quizás el 28% en el 2050. Del año 2010 en adelante, el porcentaje de población en edad de trabajar se espera que caiga en cerca de dos tercios hasta el 58% en el 2050. Los nuevos miembros harán poco para mejorar este tema. Aunque tienen una población más joven, esto sólo retrasará levemente el envejecimiento total en la Unión Europea a corto y medio plazo.

Duro camino de reformas
The Economist el 27 de septiembre publicaba un análisis de las pensiones estatales en Europa. La oposición a reducir los derechos a pensiones ha causado una huelga nacional en Francia el 3 de junio y, el mismo día, más de medio millón de personas marcharon por las calles de Austria para protestar contra las reformas propuestas.

Hasta ahora, los líderes de Austria, Alemania y España sólo han sido capaces de evitar las huelgas a través de reformas cosméticas, observaba la revista británica. Los líderes puede que no sean capaces de evitar más tiempo este conflicto. En Alemania, un consejo consultivo recomendaba el pasado agosto que se recortaran los pagos de pensiones en un 10% en términos reales en los años venideros, y que se eleve la edad de jubilación de 65 años a 67.

El defecto fundamental del sistema de pensiones estatales europeo es que están financiado sobre la base del pago según puedas. Los impuestos sobre los sueldos de los trabajadores financian las pensiones de los retirados. Pero una población envejecida, en combinación con una mayor esperanza de vida y pocos niños, significa que el viejo sistema ya no funciona.

Según un informe de Eurostat con fecha 20 de mayo de 2000, el gasto total en pensiones en los actuales 15 miembros de la Unión Europea era del 12,5% del Producto Interior Bruto. En Italia, este gasto sumaba casi el 15% del PIB, mientras que las cifras para Austria, Francia, Holanda y Alemania estaban entre el 13% y el 14%. De esta suma, el gasto en pensiones de ancianidad estaba a la cabeza de la lista de gastos de pensiones en cada país, alcanzando el 75,8% del total, o el 9,6% del PIB. En términos reales, los gastos en pensiones de jubilación en la Unión Europea de los 15 subieron un 32% entre 1991 y 2000.

Algunos gobiernos –Gran Bretaña, Holanda, Escandinavia y Suiza- han cambiado mucha de la carga de pensiones en los patrones. Con todo, esta medida puede que sólo cambie la responsabilidad sin resolver el problema subrayado, informaba Newsweek el 6 de octubre.

Muchas compañías de Estados Unidos, donde es más común que los patronos financien las pensiones, están entrando en dificultades financieras por las cargas de las pensiones. Según Newsweek, las empresas hacen frente a hora a 350.000 millones de dólares de déficit en planes de pensiones. Financiar estas pensiones podría dañar la recuperación económica del país al ir los recursos a las pensiones en vez de a nuevas inversiones en negocios.

Problemas morales
Tras los datos económicos, los problemas reales están relacionados con la situación de la familia y la moralidad pública durante los pasada décadas. Del 11 al 14 de junio, los presidentes de las comisiones episcopales europeas para la familia y la vida examinaron la situación en el continente. El Pontificio Consejo para la Familia organizó el encuentro celebrado en Roma.

Los participantes concluyeron que algunos factores habían dañado la vida familiar:

— El matrimonio está siendo cuestionado, y un creciente número de jóvenes viven juntos antes de casarse.

— La cultura dominante favorece la separación y el divorcio como soluciones a los problemas de una pareja.

— Los países dan cada vez más reconocimiento legal a las parejas que cohabitan, incluso aunque estas relaciones con frecuencia no implican un compromiso duradero. Algunos países europeos han dado estatus legal a las uniones del mismo sexo.

— Hay una tendencia a relegar la familia
a la esfera privada, ignorando el servicio fundamental que ofrece a la sociedad.

— El uso de la anticoncepción ha aumentado de forma constante, y casi todas las naciones europeas, el aborto a petición es accesible antes de la 12ª semana de embarazo.

Juan Pablo II, en su exhortación post-sinodal «Ecclesia in Europa» (No. 95), del 28 de junio, comentaba la caída del índice de natalidad y el envejecimiento de la población. Observaba que es «síntoma de escasa serenidad ante el propio futuro; manifiesta claramente una falta de esperanza y es signo de la ‘cultura de la muerte’ que invade la sociedad actual». Los gobiernos y los reformadores de pensiones pueden haber pasado por alto la advertencia del Papa, pero no podrán pasar por alto mucho tiempo el envejecimiento de su población.

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ZENIT Staff

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