CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 16 octubre 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI recordó los 27 años de la elección de Karol Wojtyla como Papa, que se celebraban en este domingo, y recogió la herencia espiritual de este hombre «contemplativo y misionero» al rezar la oración mariana del Ángelus.
Hablando desde la ventana de su estudio, consideró que el secretó de Juan Pablo II estaba en «la íntima unión con Dios, alimentada cotidianamente por la Eucaristía y por prolongados momentos de oración».
Ante decenas de miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro en un mediodía de sol, el Papa recordó que hace exactamente 27 años era elegido Papa el arzobispo de Cracovia, quien elegió como lema «Totus tuus» («Todo tuyo») para consagrarse totalmente «a Jesús por medio de María».
Haciendo una síntesis de uno de los pontificados más largos de la historia, constató que «fue reconocido como autoridad moral incluso por muchas personas no cristianas y no creyentes, como lo demostraron las conmovedoras manifestaciones de cariño con motivo de su enfermedad y de profundo pésame después de su muerte».
Desde entonces, sin interrupción, todos los días vienen al Vaticano miles de fieles para visitar su tumba en las grutas vaticanas, constató su sucesor, «un signo elocuente de hasta qué punto el querido Juan Pablo II ha entrado en el corazón de la gente, sobre todo por su testimonio de amor y de entrega en el sufrimiento».
«En él hemos podido admirar la fuerza de la fe y de la oración, y la manera en que se encomendó totalmente a María Santísima, quien siempre le acompañó y protegió, especialmente en los momentos más difíciles y dramáticos de su vida», explicó.
Al recordar su herencia espiritual, Benedicto XVI mencionó particularmente el hecho de que haya hecho redescubrir a toda la Iglesia el Rosario, oración a la que dedicó el vigésimo quinto año de su pontificado.
«En realidad, el Rosario no se contrapone a la meditación de la Palabra de Dios y a la oración litúrgica; es más, constituye un complemento natural e ideal, en particular como preparación y como acción de gracias a la celebración eucarística», aclaró el Papa Joseph Ratzinger, quien fue uno de sus colaboradores más cercanos.
«Contemplamos al Cristo encontrado en el Evangelio y en el Sacramento en los diferentes momentos de su vida gracias a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos», indicó.
Por eso, aclaró, «si la Eucaristía es para el cristiano el centro de la jornada, el Rosario contribuye de manera privilegiada a dilatar la comunión con Cristo, y educa a vivir manteniendo fija en Él la mirada del corazón para irradiar sobre todos y sobre todo su amor misericordioso».
Dos fueron los calificativos utilizados por el Santo Padre para definir a Juan Pablo II: «contemplativo y misionero», «gracias a la íntima unión con Dios, alimentada cotidianamente por la Eucaristía y por prolongados momentos de oración».
«En el momento del Ángelus», para Juan Pablo II «tan querido», «es dulce y un deber recordarle en este aniversario, renovando a Dios la acción de gracias por haber dado a la Iglesia y al mundo un sucesor tan digno del apóstol Pedro», reconoció.
«Que la Virgen María nos ayude a hacer un tesoro de su preciosa herencia», concluyó.
Tras rezar el Ángelus, el Papa recordó que este lunes se celebra la Jornada Mundial del Rechazo de la Miseria. A continuación, en una ceremonia privada, se encontró con la delegación del Instituto para los Derechos del Hombre de Auschwitz para entregar el Premio Juan Pablo II al obispo auxiliar de Praga, Vaclav Maly, que sufrió «las vejaciones del régimen comunista», y al profesor Stefan Wilkanowicz de Cracovia.
El objetivo de este reconocimiento es recordar y defender el histórico mensaje de paz lanzado por Juan Pablo II el 7 de junio de 1979, en el campo de concentración de Auschwitz.