CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 10 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso del Papa durante la primera parte de la Audiencia General, que se celebró en el interior de la Basílica de San Pedro, con un breve encuentro a los participantes de la Peregrinación de la Fundación Don Carlo Gnocchi, antes de dirigirse al Aula Paolo VI para la catequesis.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
Estoy contento de acogeros en esta Basílica y de dirigir a cada uno mi cordial bienvenida. Saludo a la peregrinación promovida por la Fundación Don Carlo Gnocchi tras la reciente beatificación de esta luminosa figura del clero milanés. Queridos amigos, tengo muy presente la extraordinaria actividad que lleváis a cabo a favor de los niños en dificultad, de los discapacitados, de los ancianos, de los enfermos terminales y en el vasto ámbito asistencial y sanitario. Mediante vuestros proyectos de solidaridad, os esforzáis en proseguir la obra comenzada por el beato Carlo Gnocchi, apóstol de los tiempos modernos y genio de la caridad cristiana, que recogiendo los desafíos de su tiempo, se dedicó con toda solicitud a los pequeños mutilados, víctimas de la guerra, en los cuales adivinaba el rostro de Dios. Sacerdote dinámico y entusiasta y agudo educador, vivió íntegramente el Evangelio en los diferentes contextos de vida, en los cuales trabajó con incesante celo y con infatigable ardor apostólico. En este Año Sacerdotal, una vez más la Iglesia le mira como un modelo a imitar. Que su fúlgido ejemplo sostenga el compromiso de cuantos se dedican al servicio de los más débiles y suscite en los sacerdotes el vivo deseo de redescubrir y revigorizar la conciencia del extraordinario don de Gracia que el ministerio ordenado representa para quien lo ha recibido, para la Iglesia entera y para el mundo.
Concluyamos este encuentro nuestro cantando la oración del Pater Noster.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez]