CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 4 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- La defensa de la libertad religiosa y de culto es un desafío “que aceptar”, afirma el Papa Benedicto XVI en el Mensaje enviado a la presidenta de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, Mary Ann Glendon, con ocasión de su XVII Sesión Plenaria sobre el tema “Derechos universales en un mundo diversificado. La cuestión de la libertad religiosa”.
“Las raíces de la cultura occidental cristiana siguen siendo profundas”, subraya el Papa, recordando que “fue una cultura que dio vida y espacio a la libertad religiosa y que sigue nutriendo la libertad garantizada constitucionalmente a la libertad religiosa y a la libertad de culto que muchos pueblos disfrutan hoy”.
“Debido en parte a su negación sistemática por parte de los regímenes ateos del siglo XX, estas libertades fueron reconocidas y consagradas por la comunidad internacional en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas”, observa.
Hoy, sin embargo, “estos derechos humanos básicos están de nuevo amenazados por actitudes e ideologías que impedirían la libre expresión religiosa”.
Por esto, “el desafío de defender y promover el derecho a la libertad religiosa y a la libertad de culto debe ser aceptado una vez más en nuestros días”.
El Papa recuerda por tanto que “El anhelo de verdad y de sentido y la apertura a lo trascendente” están “profundamente inscritos en nuestra naturaleza humana”.
“Nuestra naturaleza nos pide buscar las cuestiones de la mayor importancia para nuestra existencia”, indica.
En este sentido, “el derecho a la libertad religiosa debe ser considerado como inherente a la dignidad fundamental de toda persona humana, que relación con la innata apertura del corazón humano a Dios”.
La “auténtica libertad religiosa”, además, “permitirá a la persona humana alcanzar su plenitud,contribuyendo así al bien común de la sociedad”.
Benedicto XVI reconoce que “cada Estado tiene el derecho soberano de promulgar su propia legislación y de expresar las diferentes actitudes hacia la religión en la ley”.
Por esto, indica, “hay algunos Estados que permiten una amplia libertad religiosa según nuestra comprensión de la palabra, mientras que otros la restringen por varias razones, entre ellas la desconfianza hacia la propia religión”.
En este contexto, “sigue apelando por el reconocimiento del derecho humano fundamental a la libertad religiosa por parte de todos los Estados, y les insta a respetar, y si fuese necesario, proteger a las minorías religiosas”.
Estas últimas, concluye, “aunque ligadas por una fe diferente de la mayoría en torno a ellas, aspiran a vivir con sus conciudadanos con toda tranquilidad y participar plenamente en la vida civil y política de la nación, en beneficio de todos”.
Situación mundial
Hablando a los periodistas de la Sala de Prensa de la Santa Sede hoy miércoles, durante la conclusión de los trabajos de la Plenaria, Mary Ann Glendon afírmó, según recoge L’Osservatore Romano, que “tras un pico positivo, en 1998, la libertad religiosa en el mundo ha sufrido un descenso preocupante, más sensible desde 2005 en adelante”.
“Según estimaciones autorizadas”, refirió, “alrededor del 70 % de la población mundial vive en países que imponen graves limitaciones a la libertad religiosa”, en “una dramática realidad cotidiana hecha de discriminaciones, persecuciones y violencias sufridas en muchas partes del mundo, a veces debidas a políticas gubernamentales, a veces consecuencia de intimidaciones que llegan desde grupos sociales; en muchos casos, por desgracia, procedentes de ambos”.
“Entre las malas noticias”, añadió, “está también la costumbre difundida de considerar la libertad religiosa como un derecho de segunda clase”, además de “la rápida difusión de una especie de ‘secularismo fundamentalista’ en los países occidentales, que ve en aquellos que profesan una religión una amenaza para la democracia”.
“Incluso los parámetros económicos desmienten este prejuicio – subrayó –: los más recientes estudios de ciencias sociales prueban que altos niveles de libertad religiosa corresponden a más altos niveles de desarrollo, y a una mayor ‘longevidad democrática’”.
Allen Hertzke, profesor de Ciencias políticas en la Universidad de Oklahoma (EE.UU.), presente en la conferencia junto con Glendon, con monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Academia, y Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa vaticana, afirmó que “una de las paradojas de nuestra época es el hecho de que mientras se hace cada vez más evidente la importancia de la libertad religiosa, se debilita el consenso internacional que la sostiene, atacada por movimientos teocráticos, violada por políticas secularistas agresivas, deteriorada por la ignorancia o por la hostilidad de las élites”.
“En el fondo, la libertad es un invento cristiano – agregó, a modo de conclusión, monseñor Sánchez Sorondo –. Según Aristóteles, existían seres humanos nacidos para ser esclavos. Según santo Tomás, la libertad es precisamente la prueba de que el hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios”.