CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 4 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- El hombre, siempre y en todas las culturas, se ha dirigido a Dios, para buscarle, para pedirle cosas o simplemente para adorarle.
Con estas palabras comenzó hoy el Papa Benedicto XVI, en la Audiencia General celebrada hoy en la Plaza de San Pedro, un nuevo ciclo de catequesis, esta vez dedicada a la oración.
Aunque el movimiento del hombre hacia la divinidad es innato en él, sin embargo, explicó el Papa, “la oración no se da por descontado: es necesario aprender a rezar, casi adquiriendo de nuevo este arte”, afirmó, aludiendo al objetivo de este nuevo ciclo de catequesis.
“Incluso los que están muy avanzados en la vida espiritual sienten siempre la necesidad de entrar en la escuela de Jesús para aprender a rezar con autenticidad”, pues es en él “donde el hombre se capacita para acercarse a Dios, con la profundidad y la intimidad de la relación de paternidad y de filiación”.
En esta primera catequesis, el Papa quiso mostrar cómo la humanidad, en cada cultura y época, se ha dirigido a Dios, aún sin conocerle.
Tomando como referencia un libro, “Oraciones de la Humanidad” [Preghiere dell’umanità, Brescia 1993, no está editado en castellano], Benedicto XVI fue recorriendo la antigüedad pagana, desde el Egipto de los Faraones hasta el último paganismo tardorromano.
Puso como ejemplo la oración de un ciego sufriente buscando la curación (Egipto), y la de un creyente en Mesopotamia abrumado por un fuerte sentido de culpabilidad: “Son expresiones que demuestran como el hombre, en su búsqueda de Dios, ha intuido, aunque confusamente, su culpa por una parte y también aspectos de misericordia y de bondad divinas”.
De Grecia, el Papa citó una oración de Sócrates citada por Platón en Fedro, que muestra “una evolución muy significativa: las oraciones, aunque continúan invocando la ayuda divina para obtener el favor celestial”, sin embargo “se dirigen progresivamente a peticiones más desinteresadas, que consienten al hombre creyente, profundizar en su relación con Dios”.
En las tragedias griegas, añadió citando a Eurípides, existen “oraciones que expresan el deseo de conocer a Dios y de adorar su majestad”.
“Dios siguen siendo un poco nebuloso y sin embargo el hombre conoce a este Dios desconocido y reza a aquel que guía los caminos de la tierra”.
Por último, se refirió al Imperio Romano, en el que “la oración, aunque se asociaba a una concepción utilitaria y fundamentalmente ligada a la petición de la protección divina sobre la comunidad civil, se abre a veces, a invocaciones admirables por el fervor de la piedad personal, que se transforma en alabanza y agradecimiento”.
Citando a Apuleyo y al emperador Marco Aurelio, el Papa subrayó que los hombres de aquel tiempo muestran “insatisfacción” hacia la “religión tradicional” y el deseo de “una relación más auténtica con Dios”.
Innumerables generaciones de hombres antes de Cristo de han dirigido a Dios, afirmó, “demostrando que la vida humana sin la oración, que abre nuestra existencia al misterio de Dios, se queda sin sentido y privada de referencias”.
“El hombre de todos los tiempos reza porque no puede hacer otra cosa que preguntarse cual es el sentido de su existencia, que permanece oscuro y descorazonador, si no se pone en relación con el misterio de Dios y de su diseño sobre el mundo”, añadió el Papa.
La vida humana, dijo Benedicto XVI, “es una mezcla del bien y del mal, de sufrimiento inmerecido y de la alegría y belleza, que espontánea e irresistiblemente nos empuja a pedir a Dios la luz y la fuerza interior que nos socorra en la tierra y se abra a una esperanza que va más allá de los confines de la muerte”.
“Las religiones paganas siguen siendo una invocación que desde la tierra espera una palabra del Cielo”, concluyó, afirmando que en ellas “podemos ver un testimonio de la dimensión religiosa y del deseo de Dios inscrito en el corazón de todo hombre”.