VENECIA, domingo 8 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- La visita que realizó este fin de semana Benedicto XVI a Aquilea y Venecia se ha convertido en un acontecimiento de nueva evangelización para el Nordeste italiano, rico, pero abrumado por la crisis económica y de valores.
El momento culminante de la vigésimo segunda visita pastoral de este pontificado a Italia tuvo lugar el domingo a mediodía, con la participación de unas trescientas mil personas en el Parque San Julián de Mestre en la misa presidida por el obispo de Roma.
La multitud procedía no sólo de las diócesis cercanas, sino también de Eslovenia, Croacia, Austria y Baviera, tierras por las que se extendía el patriarcado de Aquilea, primera etapa de este viaje pontificio en la tarde del sábado.
Y la homilía que el Papa dirigió a las personas que tuvieron que soportar el sol durante horas se convirtió en un auténtico estímulo para estos cristianos que ven cómo en sus regiones las raíces cristianas se están secando a causa de un modelo consumista de sociedad.
«Vivís en un contexto en el cual el cristianismo se presenta como la fe que ha acompañado, por siglos, el camino de tantos pueblos, incluso a través de las persecuciones y pruebas más duras», constató.
«Sin embargo –dijo–, hoy este ser de Cristo corre el riesgo de vaciarse de su verdad y de sus contenidos más profundos; corre el riesgo de convertirse en un horizonte que sólo toca la vida superficialmente, en sus aspectos más bien sociales y culturales».
Se corre el riesgo, dijo, de contentarse con un cristianismo «en el que la experiencia de fe en Jesús crucificado y resucitado no ilumina el camino de la existencia».
En el fondo, subrayó, la situación de los cristianos del nordeste italiano es parecida a a de los discípulos de Emaús, a quienes Jesús se apareció tras la resurrección, deprimidos ante la muerte de su maestro, que les parecía inexorable.
«Esto ocurre cuando los discípulos de hoy se alejan de la Jerusalén del Crucificado y del Resucitado, cuando dejan de creer en la potencia y en la presencia viva del Señor».
«El problema del mal, del dolor y del sufrimiento, el problema de la injusticia y del abuso, el miedo a los demás, a los extraños y a los que desde lejos llegan hasta nuestras tierras y parecen atentar contra aquello que somos, llevan a los cristianos de hoy a decir con tristeza: esperábamos que el Señor nos liberara del mal, del dolor, del sufrimiento, del miedo, de la injusticia», reconoció.
El papa invitó a estos cristianos a redescubrir a Cristo, a través de la Palabra de Dios, y del sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, que «nos restituya la mirada de la fe, para mirar todo y a todos con los ojos de Dios, y la luz de su amor».
Esta fue la consigna que dejó el santo padre a los peregrinos: «¡Sed santos! ¡Poned en el centro de vuestra vida a Cristo! Construid sobre él el edificio de vuestra existencia».
«En Jesús encontraréis la fuerza para abriros a los demás y para hacer de vosotros mismos, con su ejemplo, un don para toda la humanidad», concluyó.