ROMA, domingo 15 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- El paso dado por el Papa Benedicto XVI de regular la celebración de la Misa en su forma extraordinaria es mucho más que una recuperación arqueológica o que una concesión a determinados grupos de fieles “nostálgicos”.

Se trata en cambio, del inicio de un nuevo movimiento litúrgico querido por el Papa, que debe ser percibido por la Iglesia como “un signo de esperanza”.

Un día después de la publicación de la Instrucción Universae Ecclesiae, de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, tenía lugar en la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino de Roma, el tercer simposio sobre el Motu Proprio Summorum Pontificum, con el título “Una esperanza para toda la Iglesia”.

En el simposio participaron como ponentes el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, así como el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el secretario de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, monseñor Guido Pozzo.

<p>La intervención de este último fue publicada por L'Osservatore Romano en su edición de hoy. Monseñor Pozzo explicó el significado de la Instrucción, que pretende poner al alcance de todos los fieles el rico patrimonio litúrgico.

Esta decisión del Papa, subrayó el prelado, está en continuidad con la Sacrosanctum Concilium, que en su número 4 afirmaba “igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos, y quiere que en el futuro sean conservados y de alguna forma incrementados”.

Ahora, ambas formas de la liturgia romana “son un ejemplo de recíproco incremento y enriquecimiento”, subrayó. “Quien piensa o actúa lo contrario, mancha la unidad del rito romano, que debe ser tenazmente salvaguardada”.

No es un “indulto”

Monseñor Pozzo reiteró que la Universae Ecclesiae no hay que entenderla como un “indulto” ni “una ley para grupos particulares”, sino “una ley para toda la Iglesia”.

“El célebre principio lex orandi-lex credendi está en la base del restablecimiento de la forma extraordinaria: no ha cambiado la doctrina católica de la misa en el rito romano, porque liturgia y doctrina son inseparables”.

Puede haber, explicó, en cada forma “acentuaciones, subrayados, explicitaciones más marcadas de algunos aspectos respecto a otros, pero ello no afecta a la unidad sustancia de la liturgia”.

Además, recordó que la liturgia constituye “materia reservada al Papa”, y que éste, en su carta a los obispos acompañando el Summorum Pontificum, subrayaba que “no hay contradicción alguna” entre ambas.

El Papa “quiere ayudar a todos los católicos a vivir la verdad de la liturgia para que, conociendo y participando en la antigua forma romana de celebración, comprendan que la Sacrosanctum concilium quería reformar la liturgia en continuidad con la tradición”.

Puente “ecuménico”

Por su parte, el cardenal Kurt Koch afirmo que el motu proprio “podrá suponer pasos adelante en el ecumenismo” sólo si ambas formas del único rito romano no son consideradas como “una antístesis” sino “como un mutuo enriquecimiento”.

En este sentido, explicó que el problema ecuménico “se encuentra en esta cuestión hermenéutica fundamental”.

Quienes ven en el Summorum Pontificum un paso atrás, explicó el purpurado, es porque “entienden la reforma litúrgica postconciliar como un punto de llegada, que hay que defender, según el rígido conservadurismo de muchos progresistas”.

“Prefieren, de hecho, sostener la hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura, considerada inadecuada por el Papa, aplicándola sobre todo al campo de la liturgia y del ecumenismo”.

También el decreto sobre el ecumenismo marcó un nuevo inicio en las relaciones de la Iglesia católica con las demás confesiones cristianas, subrayó, pero “tampoco este giro ecuménico supone una ruptura con la tradición; se inscribe más bien en una continuidad con la tradición”, añadió

Aquí “reside la cuestión fundamental para el futuro de la Iglesia católica y, al mismo tiempo, para la credibilidad de su ecumenismo”, destacó, añadiendo que el Summorum Pontificum “podrá ser un puente ecuménico verdaderamente sólido solo si se percibe y recibe como una esperanza para toda la Iglesia”.

Nuevo movimiento litúrgico

El cardenal Koch explicó que el Papa “cree que hoy es indispensable un nuevo movimiento litúrgico”, que en el pasado él mismo había definido como “una reforma de la reforma de la liturgia”.

“El Santo Padre sabe que la reforma litúrgica postconciliar ha traído muchos frutos positivos, pero que los desarrollos litúrgicos del post Concilio presentan también muchas zonas de sombra, debidas en gran parte al hecho de que el concepto de misterio pascual del Concilio no ha sido suficientemente tenido en cuenta”.

Por ello, “también hoy es necesario un nuevo movimiento litúrgico, que tenga como objetivo hacer fructificar el verdadero patrimonio del concilio Vaticano II en la actual situación de la Iglesia, consolidando al mismo tiempo los fundamentos teológicos de la liturgia”.

Así, es necesario “no sólo la revitalización del primado cristológico, de la dimensión cósmica y del carácter de adoración de la liturgia, sino también y sobre todo el redescubrimiento del significado básico del misterio pascual en la celebración de la liturgia cristiana”.

Según el purpurado, el motu proprio “constituye sólo el inicio. Benedicto XVI sabe bien que a largo plazo no podemos quedarnos en una coexistencia entre la forma ordinaria y la forma extraordinaria del rito romano, sino que la Iglesia necesitará nuevamente en el futuro un rito común”.

“Con todo, dado que una nueva reforma litúrgica no se puede decidir en un despacho, sino que requiere un proceso de crecimiento y de purificación, el Papa por el momento subraya sobre todo que las dos formas del uso del rito romano pueden y deben enriquecerse mutuamente”.

Entre otras cosas, propugna que en el novus ordo “se manifieste más fuertemente que ahora esa sacralidad que atrae a muchos al uso antiguo. La garantía más segura de que el misal de Pablo VI pueda unir a las comunidades parroquiales y sea amado por ellas consiste en celebrar con gran reverencia en conformidad con las prescripciones, lo que hace visible la riqueza espiritual y la profundidad teológica de este misal”.

Superar dualismos

En efecto, explicó, uno de los debates más importantes tras el Concilio Vaticano II fue precisamente sobre la eucaristía, en tres vertientes: en primer lugar, si era un sacrificio o un banquete; en segundo lugar, si se trata de una acción en la que sólo participa el sacerdote o si es una acción del pueblo de Dios; en tercero, entre adoración o participación.

Sobre la consideración de la Eucaristía como sacrificio o como banquete, el Catecismo de la Iglesia Católica mantiene unido lo que es indivisible: “La misa es al mismo tiempo e inseparablemente el memorial del sacrificio en el que se perpetua el sacrificio de la cruz, y el sagrado banquete de la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor”.

Respecto al sujeto de la liturgia, el cardenal Koch reconoció que durante la historia, el papel original de todos los fieles como co-sujetos de la liturgia había ido poco a poco disminuyendo, y que el oficio divino comunitario de la Iglesia primitiva, en el sentido de una liturgia que veía partícipe a toda la comunidad, había asumido cada vez más el carácter de una misa privada del clero.

“La existencia de una continuidad de fondo entre la liturgia antigua y la reforma litúrgica puesta en march a por el concilio Vaticano II se ve en la amplia y profundizada visión de la constitución litúrgica, según la cual el culto público integral es ejercido por el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, por la cabeza y los miembros”.

En cuanto al tercer debate, sobre adoración y participación, el cardenal Koch afirmó que se trata de una “falsa contraposición”, pues “ya el propio san Agustín afirmaba que nadie debe comer 'de esta carne' si antes no la ha adorado”.

“La reforma litúrgica postconciliar es considerada en amplios círculos de la Iglesia católica como una ruptura con la tradición y como una nueva creación”, admitió, lo que ha provocado “una controversia sobre la liturgia que, vivida de forma emocional, sigue sintiéndose hoy”.

Por ello, el Papa “ha querido contribuir a la resolución de esta disputa y a la reconciliación dentro de la Iglesia: El motu proprio promueve, por así decirlo, ecumenismo intra-católico”.

Pero esto presupone que la liturgia antigua “se entienda también como 'puente ecuménico' – subrayó el cardenal a modo de conclusión –. De hecho, si el ecumenismo intra-católico fracasa, la controversia católica sobre la liturgia se extenderá también al ecumenismo, y la liturgia antigua no podrá llevar a cabo su función ecuménica de constructora de puentes”.

Por Inma Álvarez