Haití: El terremoto forjó la fe

Entrevista con el obispo auxiliar de Puerto Príncipe

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ROMA, domingo 15 de mayo de 2011 (ZENIT.org). – Sufrir es parte de la historia y del mismo ser del pueblo haitiano, afirma el obispo auxiliar Joseph Lafontant.

Es un sufrimiento que lleva a los haitianos a unirse al Cristo sufriente y a desarrollar una devoción especial al Vía Crucis.

Esta devoción y la fe de los haitianos se ha revitalizado y robustecido tras el terremoto de enero de 2010. Un año después del temblor, el obispo habla con el programa de televisión «Dios llora en la Tierra» de la Catholic Radio and Television Network (CRTN), en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada.

– Con toda la destrucción, ¿cuáles han sido los efectos psicológicos?

Monseñor Lafontant: Pensaron que Haití estaba acabado – esa fue la reacción inicial. Sin embargo, el pueblo haitiano tiene lo que solemos llamar “voloir vivre” – ganas de vivir. “Bien. Esto se ha destruido”, dicen. “Tenemos que reconstruir”. No piensan en los sitios públicos primero, sino en sus pequeñas casas, aunque no todas estas pequeñas casas quedaron destruidas. Ahora tienen pánico cuando ven que les ponen encima un techo de ladrillos. Es por lo que viven bajo las tiendas, bajo techos de plástico, porque tienen miedo de las réplicas. Ha habido muchas réplicas, no con el mismo impacto, pero el suficiente para herir a la gente.

– ¿Se pregunta la gente por qué a nosotros?

Monseñor Lafontant: Han estado preguntándose todo esto: “¿Por qué a nosotros? Somos un país tan pobre. Vivimos de modo tan pobre”. Pero, al final, se han dicho: “Ha ocurrido. Es la madre naturaleza. Tenemos que conservar nuestra fe en dios, porque Dios es quien guía, es quien manda. Así que conservaremos nuestra fe en Dios. Estamos vivos. Muchos han muerto. Si nos ha mantenido vivos, quiere decirnos algo”. Desde los primeros momentos, la solidaridad en el país fue algo único.

– ¿Entre la gente?

Monseñor Lafontant: Sí, por ejemplo, la gente que sabía dónde y cómo llamar por teléfono se dirigía a los que pasaban por la calle y les decían: “Aquí hay un teléfono, llame a sus familiares”. Otros retiraban a la gente que yacía en las calles; la solidaridad vuelve a ser parte de nosotros. La solidaridad ha sido parte de nuestra cultura, pero ahora es incluso más fuerte.

– Por profundizar en este punto, ¿no se han preguntado si esto ha sido la ira de Dios, si de alguna forma nos lo merecemos o nos está castigando por algo? ¿Hay algo en este sentido, y cuál es su respuesta?

Monseñor Lafontant: Es lo que han dicho personas de otras iglesias. Nosotros los católicos tenemos una respuesta: “Dios no es alguien que se vengue, que castigue. Por el contrario, él salva. No detiene las leyes de la madre naturaleza”. Tras el terremoto, la gente comenzó a volver a sus iglesias. Lo que hicimos – porque tenemos una emisora de radio, Radio Soleil – teníamos un sacerdote cada día explicado el fenómeno y no dejando a la gente que creyera ni aceptar la explicación del castigo de Dios, no. Al contrario, explicaban a la gente: “Tenemos que ser mejores personas porque todo el mundo está en la misma situación”.

– Los ricos y los pobres…

Monseñor Lafontant: Los ricos y los pobres; los entierros, sin ataúdes disponibles, todo el mundo estaba igual. Lo que llevó a la gente a reflexionar y algunos me dijeron directamente: “Sabe, obispo. Tras el terremoto me he convertido en una persona diferente porque estoy vivo y me he dado cuenta de que mis posesiones no son nada. Estar vivo es mucho más que cualquier cosa que poseo, por eso, desde ahora en adelante, no voy a llevar joyas. No voy a preocuparme de cómo me veo. No voy a preocuparme de qué aspecto tiene mi casa, la forma en la que vivo, porque la vida debe ser diferente”. Así que hay una especie de Haití renovado, nacido tras el terremoto.

– ¿Ha visto un renacimiento de la fe?

Monseñor Lafontant: No sólo un renacimiento de la fe; también un fortalecimiento. Es curioso considerar todas las parroquias cuyas iglesias se derrumbaron, la gente bajo las tiendas y bajo el cielo. Vinieron a rezar sobre todo durante la Cuaresma. Algo que hay que saber del pueblo de Haití: les gusta ir al Vía crucis cada viernes de Cuaresma. Y es curioso que al confesarse para comulgar el Jueves Santo se acusan de faltar a tres estaciones del Vía crucis del viernes seguidas, pero no hablan nada de perderse la Misa tres veces.

– ¿Por qué son tan importantes las Estaciones de la Cruz?

Monseñor Lafontant: Porque en el Camino de la Cruz se ven a sí mismos. Pueden relacionarse con el sufrimiento de Cristo: traicionado, escupido, despreciado, aplastado. El sufrimiento forma parte de su historia y de su ser, de su idiosincrasia, así que se sienten relacionado con lo que ocurre. Algunos incluso tienen lágrimas en sus ojos cuando van al Vía crucis.

– La Iglesia ha sufrido su particular Vía crucis. El arzobispo de Puerto Príncipe, el vicario general, el canciller, religiosas, sacerdotes y 14 seminaristas murieron. ¿Cómo superar este coste humano?

Monseñor Lafontant: Tenemos que superarlo porque quienes están vivos deben seguir adelante. Tiene el ejemplo de los seminaristas. Hemos intentado ayudarles para que no pierdan el año académico, por lo que a principios del mes que vienen podrán volver a estudiar, en tiendas. Antes de esto, sin embargo, tuvimos que llevarlos a un psicólogo porque a muchos de ellos los tuvieron que sacar de los escombros. Dos de ellos, de nuestra diócesis, uno perdió una pierna y al otro le tuvieron que amputar un brazo. Quieren vivir. Quieren estudiar. Quieren seguir adelante.

– ¿Pero necesitan ayuda psicológica?

Monseñor Lafontant: Sí, por supuesto, y la están teniendo. Tenemos un sacerdote de la Congregación de la Santa Cruz. Pasó dos horas con ellos hablándoles sobre el trauma. Después de dos horas dijo que tenía que tratar a diez de ellos en particular. Otras diócesis han hecho lo mismo. Han tenido encuentros y puestas en común con ellos para liberar sus mentes.

– ¿Qué carga psicológica tienen estos jóvenes? ¿Se sienten culpables por haber sobrevivido y haber sido rescatados con vida?

Monseñor Lafontant: No, no se sienten culpables por haber sobrevivido. Por el contrario, se sienten privilegiados y así se lo he dicho: «Si se sienten privilegiados, deben – por sí mismos y por la gente a la que son enviados en su labor pastoral – ser un seminarista diferente, un sacerdote diferente». Y a los sacerdotes les decía: «Ahora viven ustedes la situación de la gente, están bajo tiendas, no tienen suficiente para comer, alguno de ustedes han perdido sus posesiones y se han quedado con lo que llevan puesto». Por eso les digo: «En mi opinión, es una llamada de Dios a ser diferentes. Tenemos que ser un tipo de sacerdote diferente que vive un poco más con la gente y la comprende mejor». Esto es importante.

– ¿Qué fue lo que más le impactó de toda la tragedia humana a la que tuvo que hacer frente?

Monseñor Lafontant: Personalmente, fue la muerte del arzobispo (Joseph Serge Miot). Habíamos trabajo juntos durante mucho tiempo. Estuvimos juntos en la conferencia episcopal antes de que él se convirtiera en obispo. Estuvimos juntos en el seminario cuando yo era rector del seminario mayor. Cuando recibió su nombramiento comenzamos a trabajar juntos hasta su muerte. Por lo que trabajábamos como hermanos. Teníamos una relación muy buena y él confiaba mucho en mí. Aunque soy más viejo como obispo, como sacerdote, y en edad, siempre le consideré mi arzobispo, mi superior. Él me consideraba un buen colaborador y esa es la razón por la que me resultó duro encontrarlo muerto. Cuando llegó el primer temblor la gente gritaba y corría; él salió al balcón para decirles: «No caigan en el pánico, cálmense»; el segundo temblor lo
derribó. Así es como murió; fue duro.

– El pueblo haitiano tiene un profundo amor a Nuestra Señora – Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Ha habido un aumento en el número de visitas al santuario nacional de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. ¿Por qué es tan importante Nuestra Señora para la gente y por qué se vuelven hacia ella en este momento de crisis?

Monseñor Lafontant: En primer lugar, tengo que decir algo que me impactó a mí y a los demás es que el santuario se derrumbó y la gente, al tratar de sacar cosas, le prendió fuego.

Haití ha estado siempre bajo la Virgen María, bajo la protección de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. El país se consagró en los años cuarenta y los obispos renovaron la consagración en los noventa. La madre, en nuestra cultura, es algo muy importante. En muchas familias haitianas – incluso en las familias civiles – la madre lo es todo. La economía del país está en manos de las mujeres. Si un haitiano ve algo malo dirá: «bonjour maman», lo que quiere decir buenos día, madre mía. La madre en esta idiosincrasia cultural es muy importante – el haitiano siempre va a la madre porque la madre comprende. La madre, incluso aunque pierda la cabeza, siempre va a dar. Siempre está presente. El padre siempre está dando vueltas, pero la madre siempre está presente. Cuando necesitan algo van a la madres. Está allí para ellos.

– ¿Por eso van a la Virgen?

Monseñor Lafontant: Sí, y ¿sabe qué? En los campamentos en los que siguen funcionando las parroquias, en lugar de las iglesias que se derrumbaron, casi cada semana cientos de personas van a rezar el rosario. Recibí un montón, que di a un sacerdote: «¿No tiene más?» La gente viene a pedir rosarios para rezar a la Santísima Virgen.

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Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para “Dios llora en la Tierra”, un programa semanal radiotelevisivo producido por Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Más información en: www.ain-es.orgwww.aischile.cl

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La entrevista entera de la que se ha adaptado el texto: www.wheregodweeps.org/video-audio/interview/haiti-earthquake

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ZENIT Staff

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