CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 18 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- El cardenal Robert Sarah, presidente del Consejo Pontificio “Cor Unum”, acaba de regresar de un viaje a Japón, donde ha visitado los lugares más afectados por el terremoto del 11 de marzo y ha llevado a las víctimas el consuelo y el cariño del Papa.
Oficialmente, en abril se hablaba de 13.802 muertos, 14.129 desaparecidos y 4.928 heridos. Son cifras que siguen pesando dos meses después del seísmo y del maremoto sucesivo que arrasaron zonas enteras del país y dañaron una central nuclear.
En esta visita a los lugares más devastados participaron también el nuncio apostólico el arzobispo Alberto Bottari de Castello, el presidente de la Conferencia Episcopal del Japón monseñor Leo Jun Ikenaga, S.J., y los obispos de las diócesis afectadas, además de los representantes de Caritas Japón y del subsecretario de Cor Unum, monseñor Segundo Tejado. Todos ellos intervinieron en una emocionante oferta floral en Shichigahama, uno de los lugares más dañados por el tsunami. Hemos entrevistado al cardenal para conocer sus impresiones y le hemos pedido que realice una primera valoración de los efectos de las ayudas.
- ¿Qué ha visto en Japón?
Cardenal Robert Sarah: Una devastación material sin precedentes unida a un gran espíritu de recuperación, de solidaridad, y a la búsqueda de una respuesta a esta catástrofe, que los cristianos sabemos que se encuentra en la Cruz de Nuestro Señor Jesús.
- ¿Cuál ha sido la razón de su visita?
Cardenal Robert Sarah: Llevar a las personas más afectadas, cristianos o no, el calor de la oración y del consuelo del Papa, y estudiar en primera persona qué más se puede hacer para aliviar las situaciones de emergencia.
- ¿Cuáles son los proyectos de solidaridad que se han desarrollado en estas semanas?
Cardenal Robert Sarah: El terremoto y el tsunami sucesivo han generado muerte, dolor y destrucción pero han provocado también otro tsunami de solidaridad entre los fieles, a través de las caritas diocesanas de todo el mundo. La Caritas Internationalis ha realizado un trabajo estupendo de coordinación de todos esos recursos. Eso ha permitido que Caritas Japón haya podido ofrecer en estas semanas alimentos, mantas y bienes de primera necesidad a más de 10.000 personas afectadas.
- ¿Qué es lo que más le ha impresionado en estos días?
Cardenal Robert Sarah: Es difícil de decir. Todo el viaje ha sido una experiencia impactante. En Sendai, por ejemplo, desde la ventanilla del coche veíamos una llanura gigantesca (antes zona de cultivo) con objetos muy variados desplazados varios kilómetros por el agua: motocicletas destrozadas, muebles rotos, trozos de columnas de alguna construcción, un frigorífico, un barco en mitad de un campo de arroz, casas derruidas…
- ¿La recuperación será lenta?
Cardenal Robert Sarah: Si. No será fácil. En la región cercana a la central nuclear de Fukujima, unos 800 pescadores han perdido su trabajo porque el agua se llevó las barcas y porque, aunque reciban ayudas estatales para conseguir otras, las radiaciones impiden que se pueda pescar durante todo un año. No es fácil para una región que vive de la pesca. Lo mismo sucede a los campesinos de esta zona: no podrán cultivar la tierra en los próximos 12 meses. Pablo, un pescador católico de Saitama, nos llevó a ver el lugar donde antes estaba su casa y donde solía fondear su barca: ahora no hay nada.
- ¿Cómo ha reaccionado la gente?
Cardenal Robert Sarah: Con una entereza y dignidad admirables, a pesar del dolor. Visitamos una parroquia muy dañada en la diócesis de Saitama, con el techo y las imágenes sagradas destrozados por el seísmo. Tuvimos un encuentro muy emocionante con los fieles, que ahora asisten a la Misa al aire libre con una fe extraordinaria. En Sendai, tras la celebración de la Eucaristía, otro emotivo encuentro con gente que había perdido todos sus bienes personales y les hice entrega de un rosario del Papa.
- ¿Tiene razón de ser el trabajo de Caritas en una sociedad donde los cristianos son menos del uno por ciento?
Cardenal Robert Sarah: Sin duda. En cada mujer que ha perdido seres queridos bajo esa ola, en cada hombre que ha visto caer su casa, en cada enfermo, seguiremos viendo a Cristo. Cristo nos animaba a verle en cada persona hambrienta, en cada persona que sufre. No sólo en algunos de ellos sino en todos, porque todos son hijos de Dios, aunque no lo sepan.
- ¿Bajo esa actitud no se esconde un tipo de proselitismo?
Cardenal Robert Sarah: El Papa explicó en su encíclica Deus Caritas est que “El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios” (n.31)”. Por tanto, el ejercicio de la caridad no tiene como finalidad inmediata la conversión de los no cristianos, pero que a la vez los cristianos no deben esconder la fe, los valores profundos que alimentan su caridad. Cada hombre es libre de practicar o no una religión determinada y de exponer las razones de ello; también los cristianos.
- En algunos contextos laicistas u hostiles al cristianismo, ¿no facilitaría el diálogo la separación entre el ejercicio de la caridad y la fe cristiana?
Cardenal Robert Sarah: Es lógico que si consuelo a un anciano budista en un hospital, u ofrezco curas medicas a una mujer musulmana durante una guerra ellos se pregunten por qué estoy allí. Obrar el bien con esperanza propaga los valores sobre los que se fundamenta esa acción generosa. A la vez, el voluntario se sorprenderá por la entereza humana y las virtudes de esas personas y eso le ayudará a apreciar sus creencias religiosas. Ayudar al prójimo es un bien profundamente humano que trasciende la diversidad religiosa y ayuda al diálogo.
- ¿Será éste uno de los temas de debate en la asamblea de Caritas Internationalis que tendrá lugar dentro de unos días en Roma?
Cardenal Robert Sarah: Parece que sí. Caritas Internationalis realiza un trabajo admirable de coordinación de ayudas en todo el mundo y es lógico que se interrogue sobre su identidad en contextos internacionales culturalmente tan diversos.
- ¿Se olvidará el terremoto de Japón como se ha olvidado el de Haití?
Cardenal Robert Sarah: Estamos haciendo lo posible para que no se olvide. Detrás de cada calamidad, de cada terremoto, hay cientos de miles de dramas personales. He prometido a las comunidades que hemos encontrado que no les abandonaremos. Ahora las llevamos en el corazón.
- ¿Qué papel juega el voluntariado en este tipo de catástrofes?
Cardenal Robert Sarah: Es maravilloso ver el trabajo heroico de muchos voluntarios porque su dedicación desinteresada al acompañar en el dolor o atender en las necesidades, es una muestra de la esperanza cristiana en el futuro. Para impulsar su formación Cor Unum organizará en Roma un congreso el 11 de noviembre, aprovechando que el 2011 es el año europeo del Voluntariado. Queremos que Haití y Japón sean los primeros lugares en beneficiarse de esta iniciativa.
- ¿No es mejor contar con personal especializado o dejar más espacio a los organismos estatales?
Cardenal Robert Sarah: No son aspectos incompatibles sino complementarios. Sin duda, la profesionalidad en el ejercicio de la caridad ayuda a afrontar los problemas materiales con mayor eficacia y a organizar de un modo adecuado la distribución de las ayudas. Pero no podemos olvidar que esos problemas tienen dimensiones personales y trascendentes que requieren también una medicina espiritual: la prop uesta regeneradora de unos valores encarnados en personas que donan desinteresadamente su tiempo a los demás.
- ¿Por ejemplo?
Cardenal Robert Sarah: Caritas Japón gestiona en la zona de Sendai cuatro centros de acogida, gracias también a la generosidad de otras Caritas del mundo. En el centro de la parroquia de Ishinomaki, viven ahora unas 400 personas que cada mañana van a lo que queda de sus casas para arreglarlas, si es posible, o para recuperar poco a poco sus pertenencias. Regresan al centro para comer, dormir y tener un mínimo de vida familiar. Si no fuera por los centenares de voluntarios jóvenes que ayudan a los profesionales, sería imposible asistir material y espiritualmente a estas personas. Son voluntarios que provienen de todo el Japón, cristianos y no cristianos, muchos de ellos universitarios, que hacen turnos de 10 días.