SIDA. La persona, en el centro de todo tratamiento

Monseñor Zimowski: “Hay una enfermedad social y moral”

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ROMA, martes 31 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Más solidaridad por parte de los países ricos con respecto a los más pobres que no tienen acceso a los medicamentos, asunción de responsabilidad de cada uno en las relaciones de naturaleza sexual y mayor cercanía a los enfermos de SIDA que viven la vergüenza de la estigmatización.

Esta era la petición de expertos, médicos y representantes eclesiales que se reunieron en Roma, el 27 y 28 de mayo, para debatir sobre el VIH, su difusión en el mundo, y las hipótesis de lucha adoptadas en los cinco continentes.

Son sesenta millones los contagiados por el virus en los últimos treinta años, más de treinta millones de muertos por la enfermedad en el mismo periodo, 2 millones y 600.000 los infectados en 2009 y un millón y 800.000 los fallecidos.

Son las cifras sobre la difusión de la infección, signo de una emergencia ante la que la Iglesia ha hecho, y continua haciendo, mucho por encontrar una respuesta a través de 117.000 estructuras sanitarias que comprenden desde un escaso dispensario en la jungla hasta un policlínico de vanguardia en las grandes ciudades.

“Sería, sin embargo, ridículo limitarnos a considerar los aspectos “numéricos”, aunque importantes, de esta obra de asistencia”, explica en el transcurso de la conferencia el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado vaticano.

“Una parte esencial de la contribución ofrecida por la Iglesia en esta lucha, de hecho, está en el plano de construcción de aquel “capital invisible”, sin el cual quedaría privada de una eficacia duradera y de las mejores redes de asistencia sanitaria”.

Se refiere a la importancia que reviste la educación, impartida por la Iglesia católica, en la superación de los prejuicios para que se pueda tratar a los contagiados por el virus “como a personas dotadas de una dignidad inalienable”.

“La infección del VIH/SIDA -dijo monseñor Zygmunt Zimowski, del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios- no pude ser reducida sólo a una patología somática inmunitaria, que hay que tratar con antiretrovirales. Es una enfermedad social y moral que exige un tratamiento a todos los niveles”.

“El SIDA revela un desorden profundo, antropológico y moral, que tiene que ver no sólo con el comportamiento sexual de la persona que transmite el virus -aclaró Zimowski-, sino con el tipo de relaciones interpersonales implicadas en la difusión de la epidemia”. Un comportamiento, como el que tienen las personas que transmiten la infección, caracterizado por la “irresponsabilidad”.

“Hasta que este desorden no reciba atención por parte de los responsables de las luchas contra la epidemia del SIDA”, sosteniendo la tesis de que la demanda era una elección privada y como tal no está sujeta a juicios de los demás, “la epidemia -recuerda el presidente del dicasterio vaticano- permanecerá en la población”.

Al contrario, la prevención de la transmisión sexual del virus “se hace en una perspectiva y en el contexto de una lucha total y global -concluye-, no limitada, por tanto, al también importante aspecto médico-sanitario”.

De la misma opinión es Stefano Vella, director del departamento del Fármaco en el Instituto Superior de Sanidad: “El futuro está en la integración de los tratamientos -explica- Es necesario pensar en la salud en términos globales, en la base tiene que estar la voluntad de combatir la desigualdad de los tratamientos”. Porque si es verdad, como recuerda también el responsable europeo para la Sanidad y la Política de los Consumidores John Dalli, que hoy más de seis millones de personas reciben el tratamiento con antiretrovirales para la infección de VIH y además es verdad que lucha no está terminada.

“Hay 10 millones de personas esperando el tratamiento -aclara Michael Sidibè, Secretario general adjunto de la ONU y Director ejecutivo de UnAids- y su vida depende de un hilo”. Es verdad que hay un descenso de contagios pero “no es el momento de la autocomplacencia, y si estamos destruyendo la trayectoria de la epidemia se debe a un cambio en la propagación de la enfermedad”, ya que apunta “a la mejora de las prácticas sociales y al papel de los valores y de la familia”.

Responsables de este cambio son sobre todo los jóvenes, capaces de “negociar su sexualidad de manera responsable”, como también la investigación científica además de una inversión mayor. “Hace menos de diez años -explica Sidibè- podíamos contar con 400 millones de dólares, hoya hablamos de 70 millones de dólares”.

De aquí que se solicite, desde la mesa de la conferencia, a los países industrializados un renovado empuje de solidaridad hacia los estados cuyas poblaciones no consiguen acceder ni siquiera a los tratamientos primarios, necesarios para salvar la vida y no morir, por estos dólares que faltan, de malaria o de tuberculosis.

En esta nota triste, el cardenal Bertone recuerda un fragmento del telegrama que el Beato Juan Pablo II dirigió a los participantes a la Conferencia “La Iglesia católica y el reto del VIH/SIDA” del 1999, donde Wojtyla, hablando de las víctimas de la infección, hizo un llamamiento “a la generosidad fraterna de tantos hombres y mujeres de buena voluntad movidos por el ejemplo del Buen Samaritano a socorrer, con medios adecuados, a estos enfermos, haciéndose cargo de ellos” del mejor modo y más humano posible”.

Por Mariaelena Finessi. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

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ZENIT Staff

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