CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- “El Nuevo Testamento puso fin a la invisibilidad del Padre”, cuando Dios “mostró su rostro” en Jesucristo, afirmó hoy el Papa al introducir el rezo del Regina Caeli, con los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.
Creer en Dios y creer en Jesús “no son dos actos separados, sino un único acto de fe, la plena adhesión a la salvación realizada por Dios Padre mediante su Hijo Unigénito”, afirmó el Papa a los presentes.
Jesús, de hecho, “con su encarnación, muerte y resurrección, nos liberó de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios que es amor: Dios se puede ver, es visible en Cristo”.
Por tanto “solo creyendo en Cristo, permaneciendo unidos a Él, los discípulos, entre quienes estamos también nosotros, pueden continuar su acción permanente en la historia”, añadió el Papa.
Sin embargo, esta presencia de Dios a veces pasa desapercibida: “Es propio del misterio de Dios actuar de modo oculto”, explicó el Papa.
“Sólo poco a poco Él construye en la gran historia de la humanidad su historia. Se hace hombre pero de manera que pueda ser ignorado por sus contemporáneos, por las fuerzas que cuentan en la historia”.
A través de la muerte y resurrección de Jesús, explicó el Papa, Dios “quiere llegar a la humanidad sólo a través de la fe de los suyos a los que se manifiesta”.
“Continuamente Él llama sumisamente a las puertas de nuestros corazones y, si le abrimos, lentamente nos hace capaces de ‘ver’”, añadió, citando su segundo volumen de Jesús de Nazaret.
Por ello, añadió, “para los cristianos, para cada uno de nosotros, por tanto, el Camino al Padre es dejarse guiar por Jesús, por su palabra de Verdad, y acoger el don de su Vida”.