ROMA, jueves 5 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Por su interés, ofrecemos a continuación una traducción de varios extractos del capítulo escrito por el economista y presidente del Instituto per le Opere di Religione (IOR), Ettore Gotti Tedeschi, para el Anuario 2010 de la Federazione universitaria cattolica italiana (FUCI), sobre la crisis económica actual, y que recogió el pasado 29 de abril el diario L’Osservatore Romano.
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Desde que terminé los estudios universitarios, en 1971, al final de una crisis económica – y personalmente he visto muchas — sigue proponiéndose como solución la imposición de nuevas reglamentaciones y de nuevos controles. La crisis de esta forma se vuelve cada vez más compleja: cuando se está en dificultad y se establecen sistemas de control, se vuelve rígido todo el sistema. Queda además una pregunta que nunca encuentra respuesta: ¿quién controla a los controladores? No es el instrumento el que hace funcionar los procesos, sino el hombre.
Max Weber distinguió, de modo oportunista y maquiavélico, la ética personal de la responsabilidad de la ética de la convicción. Según el sociólogo alemán existe por tanto una ética de quien tiene la responsabilidad de un determinado sector y la de quien está verdaderamente convencido de él. ¿Cómo es posible tener la responsabilidad y practicarla, si no se está convencido? El convencimiento, es decir, la referencia a algo fuerte, estable, verdadero, es determinante para poder obtener resultados. No existe la ética de los instrumentos, la ética del mercado, la ética del capitalismo: existe un hombre que da sentido ético a cada comportamiento.
Las familias americanas, a causa de la crisis, han perdido alrededor del 50 % de sus propias inversiones, porcentaje correspondiente al valor del derrumbe de la riqueza americana. Esto porque en los últimos veinticinco años se había inflado en un 50% toda la economía estadounidense. Las familias han visto reducirse a la mitad el valor de la casa, de los ahorros, del fondo de pensiones, y ahora tienen enfrente un futuro hecho de deudas que pagar y de un alto riesgo de paro.
¿Por qué tuvo que inflarse durante más de diez años el PIB de la mayor economía del mundo? La respuesta correcta no se encuentra con frecuencia, pero el Papa la proporciona en la encíclica Caritas in veritate: porque hace treinta años, el sistema del mundo occidental (Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón) dejó de tener hijos.
Cuando se afirma que el origen de la crisis está en el uso equivocado de instrumentos financieros, en la avidez de los banqueros o en la falta de controles, se dicen falsedades. ¿Por qué la economía se ha visto obligada a expandir el crédito sin controlarlo? Porque se había bloqueado en los años Ochenta el crecimiento económico, el PIB de los países occidentales crecía demasiado poco y estaba ligado al crecimiento cero de la población. Si la población no crece, no puede crecer la economía y por tanto hay que resignarse. El mundo occidental, rico, ávido de cosas y egoísta, decidió no resignarse y así se inventó la crisis económica.
Benedicto XVI salvará al mundo: lo hará porque está proponiendo un cambio cultural radical para el hombre- Leyendo la introducción a la Caritas in ventate, se nota cómo el Papa remite al primer mandamiento del Decálogo, distinguiendo explícita e implícitamente verdad y libertad.
En la cultura dominante la libertad, que desde la Ilustración se adorna con positivismo, relativismo, hasta el nihilismo actual, precede a la verdad. El hombre debe ser libre de encontrar la verdad, pero haciéndolo así, no sólo no la encuentra sino que la confunde con la propia libertad. Benedicto XVI en cambio reafirma la necesidad de cambiar a los hombres, y no los instrumentos. Serán de hecho los nuevos hombres los que cambiarán los viejos instrumentos.
La verdad precede a la libertad, y no existe verdadera libertad responsable que no se refiera a una verdad absoluta. El Papa destruye el pensamiento nihilista, que lleva al hombre a ser un animal inteligente, que orienta su actuación sólo a la satisfacción de las necesidades materiales.
Si el hombre viviese, de hecho, sólo de este tipo de satisfacciones, hoy debería exultar, porque las conquistas de la ciencia y de la tecnología le han llevado a niveles nunca alcanzados en el pasado. Si el hombre es solo hijo del caos o de la casualidad, ¿qué dignidad podrá pretender jamás? La de vivir el mayor tiempo posible, si es posible sin enfermedades, pero nada más. El Papa puede salvar al hombre, en el sentido de volverle a abrir los ojos sobre su dignidad real de Hijo de Dios.
Los instrumentos, en general, son todos neutros. Las grandes iniquidades llevadas a cabo en el mundo de la finanzas no se debieron sólo a malas interpretaciones o aplicaciones de las normas de la finanza. En muchas ocasiones incluso los Gobiernos han apoyado la infracción de algunas reglas. Los abusos verdaderos existen porque se ha permitido que existieran, no porque faltaran las estructuras de control. Existen 23 boards, estructuras de reglamentación de los mercados financieros, desde el Financial stability board hasta las más periféricas que afectan a determinadas áreas geográficas. Un instituto financiero hoy debe someterse a 23 nuevas reglamentaciones inmediatas, con la amenaza de sanciones fortísimas.
Estas reglas estaban ya antes, pero nunca se han respetado. El el hombre de hecho el que debe crecer desde una ética de la responsabilidad a una en la que crea verdaderamente en lo que hace. Por eso se habla hoy de emergencia educativa, porque es necesario ser formados.
En el sexto capítulo de la Caritas in veritate encontramos un pasaje clave de modo distinto, pero con el mismo espíritu, ya presente en la Sollicitudo rei socialis. Juan Pablo II se preguntaba cómo puede el hombre tecnológico, que crece enormemente en la capacidad de elaborar técnicas e instrumentos cada vez más sofisticados, gestionar estos conocimientos en la inmadurez que le caracteriza. Una vez más Benedicto XVI pone en guardia al hombre de nuestro tiempo ante el extravío ético, la definitiva autonomía moral de los instrumentos.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez]