La Iglesia en Camboya: las enseñanzas de la historia

Entrevista con el vicario apostólico de Phnom Penh

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ROMA, domingo 29 de mayo de 2011 (ZENIT.org).– Los regímenes comunistas de Camboya no sólo quitaron la vida a dos millones de personas, sino que también robaron a la nación su cultura y su historia, de modo que los jóvenes de hoy forman familias sin lazos con su patrimonio.

Esta es una de las razones por las que la educación es una prioridad parala Iglesiacatólica de Camboya, afirma Mons. Olivier Schmitthaeusler, vicario apostólico de Phnom Penh desde el pasado octubre.

El programa de televisión “Dios llora en la Tierra” de la Catholic Radio and Television Network (CRTN) en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada ha hablado con este obispo francés de 40 años sobre su vida en la tierra misionera de Camboya.

– Excelencia, hace poco ha sido nombrado obispo de la capital Phnom Penh. ¿Cuál fue su reacción inicial? ¿Fue una sorpresa?

Mons. Schmitthaeusler: Me sorprendió y asustó porque soy muy joven. Tenía 39 años – quizá en aquel momento fuera el obispo más joven del mundo. Era como Jeremías: «Señor, soy muy joven. ¿Qué puedo hacer?». Entonces me acordé de María que dijo: «Soy la esclava del Señor». Así que acepté.

– Excelencia, usted ha estado viviendo durante trece años en Camboya. ¿Escogió ir a Camboya o se lo ofreció la Sociedad de Misiones Extranjeras?

Mons. Schmitthaeusler: Sí, soy miembro de las Misiones Extranjeras de París y recibí mi destino cuando me ordené diácono. Tras mi ordenación, el superior general anunció: “El padre Olivier irá a Camboya”.

– ¿Tuvo miedo?

Mons. Schmitthaeusler: Me sorprendió y al mismo tiempo me hizo muy feliz. Había estado en Japón durante tres años como seminarista. Me encanta Asia y cuando recibí esta misión me llenó de felicidad ir a Camboya.

– Usted ha trabajado durante más de diez años en parroquias rurales. ¿Qué ha aprendido del pueblo camboyano?

Mons. Schmitthaeusler: Para mí fue una experiencia maravillosa, sobre todo por los lugares en donde estuve. Era una Iglesia muy pequeña. Cuando llegué sólo había un cristiano. Empezamos de la nada. Construimos la iglesia y organizamos un grupo de jóvenes. Tuvimos el primer bautismo en el 2003 – ahora tenemos un total de 98 personas bautizadas y 35 catecúmenos que se bautizarán el próximo año. También comenzamos una pequeña escuela – una guardería y una escuela secundaria. También tenemos un centro donde se teje seda. El pueblo khmer es muy acogedor y me dio la bienvenida con los brazos abiertos. Fue una experiencia magnífica para mi vida sacerdotal. Será muy difícil que me vaya.

– El pueblo camboyano es en un 96% budista. ¿Cuál fue la reacción de los pueblos vecinos cuando empezó a evangelizar? ¿Estaban abiertos al hecho de que, de repente, había una aldea cristiana en medio de ellos?

Mons. Schmitthaeusler: En esta aldea tenemos mucha suerte. Dios está con nosotros. La gente nos ha aceptado muy bien porque tenemos una guardería y los padres, todos budistas, envían a sus hijos a nuestra escuela. También tenemos algo parecido a los boyscouts y cada domingo por la mañana tenemos a más de 300 niños que acuden a una hora de formación.

– ¿Y los padres no tienen miedo de que sus hijos se conviertan?

Mons. Schmitthaeusler: Hemos estado haciendo esto durante seis años y cada año aumenta el número, lo que creo que es una buena señal. Hemos comenzado una nueva parroquia a unos40 kilómetrosde distancia y, al principio, tuvo problemas sobre todo entre los jóvenes.

– ¿Por qué?

Mons. Schmitthaeusler: Durante dos años, con micrófono y altavoces, se difundieron desde las pagodas informaciones erróneas sobrela Iglesiacatólica, diciendo que si los niños iban ala Iglesiacatólica no se les autorizaría a casarse ni obtendrían ayudas de las ONG. Enla Navidadde 2006, invitamos a todos los abuelos del pueblo. Se alegraron mucho y se dieron cuenta de quela Iglesiacatólica es muy abierta y acoge a todos. Nos volvimos buenos amigos. Es interesante también que, en esta aldea, todos los domingos tenemos de diez a veinte personas de la comunidad budista que vienen ala Iglesiaa ver lo que hacemos. Asisten a misa y escuchan la homilía. La relación es muy interesante.

– La cultura es muy budista. Dado que ser khmer es ser budista, abrazar otra fe es un anatema para ser khmer – un rechazo de la cultura o de la identidad. ¿Es esto correcto?

Mons. Schmitthaeusler: Creo que en Camboya, durante los cuatro años del reinado de terror bajo el Pol Pot, se destruyó todo – la cultura y toda forma de religión, como el budismo y el catolicismo. Luego, bajo los diez años de ocupación comunista vietnamita, después de los khmer rojos, no se permitió de nuevo forma alguna de religión. Durante los últimos veinte años, los camboyanos han comenzado a reconstruir sus tradiciones así como sus prácticas religiosas y ahora, creo, la gente es más abierta que antes. Esto es muy beneficioso, sobre todo parala Iglesiacatólica.

Cuando los jóvenes se hacen cristianos, por ejemplo, durante el bautismo, invitamos a sus padres y abuelos a participar. Hace dos años tuvimos un funeral. El funeral es muy importante para los budistas y tienen la impresión de que los católicos no tienen mucho interés en la muerte y no tienen respeto por los muertos, sobre todo por los padres muertos. Todos estaban esperando ver qué íbamos a hacer durante la ceremonia del funeral. Se quedaron después muy impresionados. Seguí su tradición para los funerales, que incluye siete días de velatorio de la tradición budista. Traté de convencerles de que nosotros, los católicos, no rechazamos a los muertos, que tenemos oraciones por los muertos y creemos y esperamos la resurrección. Fue una oportunidad para que fuéramos testigos de Cristo y una oportunidad para que los budistas vieran lo que hacemos.

– ¿Qué atraería a un budista a abrazar el cristianismo y hacerse cristiano?

Mons. Schmitthaeusler: Comenzamos con los jóvenes. Los jóvenes son misioneros muy eficaces: porque mi amigo va a la iglesia, a mí también me gustaría ir a la iglesia incluso aunque no comprenda del todo de qué vala Iglesia. Estaes la primera fase. La segunda fase es el descubrimiento de la caridad. Tenemos muestras de caridad en todas nuestras iglesias. Es la caridad de los católicos hacia todos, no sólo hacia nuestros hermanos católicos, sino hacia todos sin prejuicios, especialmente hacia los pobres. Es esto de lo que son testigos y lo que les atraerá – abrir su corazón y amar a todos. La tercera fase, que es muy importante, es el encuentro con Jesús. Esto, sin embargo, lleva su tiempo, por supuesto, porque es una experiencia nueva pero, a través de la oración y la lectura dela Escritura, se encuentran con Jesús. Es un proceso de paso a paso. Solemos recibir muchos jóvenes y en mi iglesia tenemos cerca de 100 cada domingo, más de 60 budistas. De estos sesenta, veinte ó treinta seguirán en la formación.

– Volvamos al periodo de los khmer rojos. Hubo una destrucción masiva de iglesias, así como la prohibición absoluta de la práctica religiosa. ¿Cómo afrontan hoy este problema?

Mons. Schmitthaeusler: Este periodo de1975 a1979 se caracterizó por la destrucción masiva de las propiedades dela Iglesiay la muerte de sacerdotes y religiosos. Tuvimos dos obispos muertos; uno fue asesinado y el otro murió de enfermedad – el primer obispo khmer de la historia de Camboya – y no olvidemos los dos millones de khmer muertos. Los misioneros comenzaron a volver en 1989; el primero después de 30 años. La primera celebración fue en Pascua y asistieron 1.500 personas; algunos nuevos convertidos, porque los misioneros eran muy activos en los campos de refugiados de la frontera tailandesa, y algunos q
ue eran católicos antes del régimen de Pol Pot. La nueva Iglesia católica en Camboya comenzó con 1.500 personas.

– Usted está comenzando a reconstruir no solamente la comunidad sino también la infraestructura. ¿Cómo se va desarrollando?

Mons. Schmitthaeusler: En Phnom Penh sólo tenemos una iglesia, que antes de Pol Pot era el seminario menor. La compramos hace veinte años y va a ser la principal iglesia de Phnom Penh. Tenemos una más que construimos hace cuatro años, pero soy un obispo sin catedral porque la catedral de Phnom Penh, una semana después de la ocupación de los khmer rojos en 1975, fue destruida. Así que está en proceso. Hay también una revitalización de los cristianos. El año pasado hicimos un análisis de los últimos veinte años de evangelización, de 1989 al 2009, y hay un deseo entre la gente de tener una iglesia, una catedral, y esto es un signo de esperanza. Y esto nos muestra que la presencia física es importante.

– ¿Qué cicatrices quedan todavía entre la gente después de Pol Pot?

Mons. Schmitthaeusler: Las cicatrices comenzaron antes de Pol Pot. Hubo una guerra civil en los setenta durante la época de Lon Nol y la ocupación vietnamita después de Pol Pot. Fue un periodo muy largo. No hubo transmisión de la tradición cultural, de los valores y de la historia durante este tiempo, y la transmisión de una generación a la siguiente es muy importante. La preocupación principal de aquel periodo fue simplemente sobrevivir: buscar alimento y refugio y no había tiempo para transmitir las tradiciones culturales, los valores y la historia. Para los jóvenes es un desafió al comenzar una familia porque han perdido el nexo y el conocimiento de su patrimonio. En Camboya el 60% de la población tiene menos de 20 años y no conocieron la guerra civil, el régimen de Pol Pot ni su propia cultura. Esto es un desafío para el Gobierno, y también parala Iglesia.

– ¿Cuál es la prioridad a la luz de esta cuestión?

Mons. Schmitthaeusler: En Camboya, la educación es la prioridad. Los recursos humanos se han destruido y ahora tienen que reconstruir todo. Es también una prioridad parala Iglesiacatólica porque la educación es parte de la formación y, para mí, al comenzar una nueva misión en la diócesis de Phnom Penh, la educación es una prioridad porque ahora vivimos con la primera generación de cristianos. Han sido bautizados hace veinte, diez ó cinco años, y la educación es el modo para que profundicen en sus raíces cristianas y culturales, para que se conviertan en líderes enla Iglesiay en sus familias y para construir una mejor familia cristiana. Actualmente tenemos dos seminaristas, lo que es mucho puesto que sólo hay 14.000 cristianos, por lo que dos seminaristas es una buena proporción. Necesitamos formar buenas familias para fomentar las vocaciones. Así que el primer objetivo es la formación y la educación en general. Comenzamos con una guardería y ahora tenemos 25 en la diócesis. También tenemos una escuela técnica según la tradición de Don Bosco.

– ¿Cómo ha ido la reconciliación tras ese terrible periodo con dos millones de personas asesinadas?

Mons. Schmitthaeusler: La mayor parte de la gente no piensa en ello, o no está interesada en ello; la reconciliación es un concepto únicamente nuestro. La vida es difícil para la mayoría del pueblo khmer, y se centran en ganarse la vida. Se centran en el futuro no en el pasado.

– ¿Así que la Iglesia católica no tiene como objetivo afrontar este problema?

Mons. Schmitthaeusler: Lo tratamos con nuestros servicios de comunicación social. El año pasado tuvimos un encuentro con uno de los jueces internacionales y nos centramos en reunir a los católicos que sobrevivieron a aquel periodo. El año pasado en nuestra escuela secundaria católica tuvimos una jornada para hablar sobre el periodo de los khmer rojos. Invitamos a los supervivientes a hablar. Luego fuimos a un lugar para la memoria, los llamados campos de la muerte. Tuvimos oraciones con los monjes y los sacerdotes. Intentamos poco a poco mantener la memoria de aquella era oscura porque creo que es importante que recordemos, y esto es un desafío para el país porque no podemos olvidar.

– El rey asistió a la misa de exequias del papa Juan Pablo II. ¿Cómo es la relación hoy con el Gobierno?

Mons. Schmitthaeusler: La relación es especialmente buena entre el Gobierno yla Iglesiacatólica. Hay un Ministerio de culto y religión como en todos los demás países comunistas. He sido tres años vicario general de la diócesis de Phnom Penh y tengo una buena relación con el Gobierno y siempre somos bienvenidos.

– No es fácil, sin embargo. No puede hacer visitas puerta a puerta. ¿Cómo afecta esto a su trabajo de evangelización si se ve limitado en la visitas a las familias de las aldeas?

Mons. Schmitthaeusler: No es así. No vamos de puerta en puerta como los mormones ni se nos permite utilizar un sistema de megafonía para hacer proselitismo. Puedo comprender eso. Algunos protestantes han utilizado grandes carteles para citar pasajes bíblicos y esto no está permitido. Puedo visitar a las familias de las aldeas sin restricción alguna. Explicamos al Gobierno lo que es la fe católica y siempre utilizamos el término católico y no cristiano.

– ¿Qué es lo que provoca una reacción tan negativa del Gobierno al establecerse una secta cristiana o protestante?

Mons. Schmitthaeusler: Hay demasiadas sectas cristianas en Camboya y al Gobierno le resulta difícil saber quién es quién. Están contentos con nosotros porque tenemos una estructura clara: el Papa, los obispos y luego los sacerdotes.

– ¿Esta reacción negativa se debe también al proselitismo agresivo de algunas sectas?

Mons. Schmitthaeusler: Sí, esa es también una de las razones. Le daré un ejemplo muy concreto. El año pasado solicité la ciudadanía. Fui al Ministerio del interior para una entrevista. Expliqué que era sacerdote dela Iglesiacatólica. El entrevistador estaba enfadado con los cristianos. No entendía la diferencia entre los católicos y los demás. Me dijo: “Su grupo escribió en la pared que hay que odiar a Buda para estar con Jesús”. Declaraciones como esta son muy destructivas, sobre todo para las mentes de los no cristianos y tenemos muchos casos como este. No quiero decir que todos sean agresivos y críticos con todo lo camboyano y lo khmer sino que, en ocasiones hace difícil que mencionemos que nosotros – católicos – somos cristianos.

– ¿Cuáles son actualmente las necesidades de su país y de la Iglesia católica?

Mons. Schmitthaeusler: La necesidad de formación y ayudar a nuestro pueblo a encontrarse con Dios, esto es muy importante. Tener tiempo para rezar en silencio, para tener una relación con Jesús y con Dios – este es un gran desafío en un país budista.

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Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para “Dios llora en la Tierra”, un programa semanal producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.

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En la red:

Ayuda a la Iglesia Necesitada: www.acn-intl.org

“Dios llora en la Tierra”: www.WhereGodWeeps.org

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ZENIT Staff

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