Muerto Bin Laden, se teme ahora por los cristianos de Pakistán

Introvigne: en poco tiempo se podrían multiplicarse los atentados

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ROMA, jueves 5 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- No se ocultaba en una región de difícil acceso de Afganistán, ni siquiera en el complejo de búnquer y cuevas de Tora Bora, en la provincia afgana de Nangarhar, al oeste del famoso Paso de Khyber. Vivía en una especie de “fuerte” en la ciudad paquistaní de Abbottabad, famosa por su clima agradable y saludable. Situada casi a 70 km al norte de la capital Islamabad, la ciudad -ironías del destino- no sólo lleva el nombre del militar británico que la fundó a mitad del s. XIX (Abbott) sino que además alberga varias instalaciones del ejército paquistaní.

Estamos hablando del terrorista más buscado del mundo, el saudí Osama Bin Laden. El fundador e ideólogo de la red terrorista islámica “por excelencia”, Al Qaeda (significa “La Base”), fue asesinado durante la noche del domingo 1 al lunes 2 de mayo, durante una operación realizada por un comando compuesto por las fuerzas especiales de la Marina estadounidense, los “Navy Seals”. Según las últimas informaciones, Bin Laden, que no respondió al ataque fue golpeado en la cabeza por los soldados americanos. Según el periódico paquistaní Dawn (3 de mayo), el que asesinó al terrorista fue, sin embargo, uno de sus guardaespaldas. En el asalto perdieron la vida varias personas, entre los que destacan un hijo de Bin Lade -Hamza-, dos de sus “correos” y una mujer que no fue usada como escudo humano (como se declaró inicialmente).

Fue el mismo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, el que anunció a la nación y al mundo la eliminación del que orquestó varios atentados -en particular el perpetrado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001-, a las 23:30 (hora de Washington). El presidente afirmó que su país “no está -y no lo estará nunca- en guerra contra el Islam” (The Associated Press, 2 de mayo). Las palabras “se ha hecho justicia” provocaron escenas de júbilo en varias ciudades estadounidenses, especialmente en Nueva York, donde los bomberos -los héroes del 11S- se unieron a la espontánea explosión de júbilo.

Pero la muerte de Bin Laden no significa que la guerra haya terminado. Lo ha declarado el mismo Obama. “No hay duda que Al Qaeda continuará atacándonos. Debemos -y lo haremos- permanecer vigilantes”, dijo el inquilino de la Casa blanca en directo por la televisión. De la misma opinión es Mark Kimmit. Para el analista militar estadounidense, la eliminación del ideólogo de Al Qaeda “no es el fin del terrorismo, sino el fin de un capítulo” (Al Jazeera, 2 de mayo).

Las reacciones de los simpatizantes de Bin Laden en las páginas web islámicas no prometen nada bueno. Algunos han reaccionado a la noticia con incredulidad. “¡Oh Alá, haz que esta noticia no sea verdadera!”, exclama un internauta, que amenaza después al presidente de los U.S.A: “que Alá te maldiga, Obama” (Reuters, 2 de mayo). Otros, sin embargo, anuncian que la guerra santa continuará, porque -como se puede leer en una web jihadista- el mensaje de Osama Bin Laden “no morirá nunca”. “Americanos -advierte otro islamista- para nosotros siempre será lícito cortaros la cabeza”. También el hecho de que el cadáver de Bin Laden haya sido lanzado al mar (después de un funeral musulmán a bordo del portaaviones Carl Vinson, en el Golfo Pérsico) alimentará seguramente el deseo de venganza.

La presencia de Bin Laden en Pakistán suscita toda una serie de preguntas difíciles. ¿Cómo se explica, de hecho, que el “perseguido nº1” se escondía tranquilamente en una ciudad paquistaní llena de militares (Abbotabad alberga también una prestigiosa academia militar), además en un barrio habitado sobre todo por ex militares retirados, a sólo una hora de la capital Islamabad? Como recuerdan el  New York Times (1 de mayo), hace pocas semanas había sido arrestado en Abbotabad otro terrorista, que también estaba entre los más buscados, el indonesio Umar Patek, considerado el cerebro del atentado de Bali de 2002, en el que murieron más de 200 personas, sobre todo turistas australianos.

A pesar de las declaraciones “tranquilizadoras” realizadas hace poco más de una semana por el jefe de las fuerzas armadas paquistaníes, el general Ashfaq Pervez Kayani, que afirmó que Pakistán había conseguido “destruir la columna” del terrorismo local, en Washington muchos se preguntan si Islamabad es un aliado fiable en la guerra contra el terrorismo. Especialmente en la vecina India, la noticia del escondite paquistaní de Bin Laden ha suscitado fuertes reacciones. El ministerio del Interior de Nueva Delhi, Palaniappan Chidambaram, lanzó, el pasado 2 de mayo, una acusación vehemente contra Pakistán. Para el ministro, el ataque americano confirma “nuestra preocupación de que los terroristas pertenecientes a distintas organizaciones encuentren refugio en Pakistán” (The Mumbai Mirror, 3 de mayo). La India acusa a su vecina de ofrecer asilo a los autores y del atentado del 26 de noviembre de 2008 en Bombay.

La preocupación por eventuales represalias por parte de Al Qaeda y de sus aliados es muy grande entre la comunidad cristiana de Pakistán. El arzobispo emérito de Lahore, monseñor Lawrence John Saldanha, ha pedido a las autoridades paquistaníes que refuercen la seguridad de los cristianos, un “objetivo fácil” para los extremistas (UCA News, 2 de mayo). “Los sucesos post -11S han influido en toda mi carrera y vida episcopal”, declaró el prelado, ordenado arzobispo el mismo día de los atentados del 11S.

Según las informaciones de la agencia Fides (2 de mayo), las autoridades de Pakistán ya han aumentado las medidas de seguridad para la comunidad cristiana de varias ciudades del país, entre las que están Islamabad, Lahore, Karachi y Multan. “La situación es tensa. De hecho, hay muchos temores a las reacciones, totalmente insensatas, contra las minorías cristianas. El gobierno está centrando una atención máxima en las medidas de prevención”, contó a Fides el consejero especial del Gobierno para las Minorías religiosas, el católico Paul Bhatti.

Lo ha confirmado también el director de las Obras Misionales Pontificias de Pakistán, el padre Mario Rodrigues, residente en Karachi. “Nos han puesto en alerta, pidiéndonos que cerremos nuestros institutos y colocando a personal de la policía delante de las iglesias. Los cristianos en Pakistán son víctimas inocentes, también en esta situación: todo pretexto es bueno para amenazarlos o atacarlos”, dijo el sacerdote a Fides. “Según algunos, en los próximos meses, las persecuciones contra los cristianos podrían disminuir y debilitarse la lucha ideológica talibana. Veremos. Constatamos, sin embargo, que la intolerancia y los grupos islámicos radicales están floreciendo por todo el país, y podrían imponerse otros líderes extremistas, prosiguiendo con las acciones terroristas”, añadió.

El asesinato de Bin Laden llega, de hecho, en el momento de mayor tensión entre musulmanes y cristianos en Pakistán, como demuestran los nuevos ataques a los barrios cristianos de Gujranwala, al norte de Lahore, en la provincia del Punjab. La ciudad es, desde hace semanas, escenario de violencias anticristianas, que explotaron a mitad de abril después del “descubrimiento” de algunas páginas quemadas del Corán que culminó con el arresto de dos cristianos miembros de la familia Gill (ZENIT, 19 de abril).

Como revela la agencia AsiaNews (2 de mayo), suscitó los últimos ataques, el “descubrimiento”, la mañana del 29 de abril, de una copia quemada del Corán, en el cementerio cristiano. Según las fuentes de AsiaNews, la noticia provocó una auténtica cacería humana contra los cristianos, sus propiedades y sus lugares de culto, y obligó a las autoridades a aplicar la Ley 144, que prohíbe completamente las reuniones públicas de más d
e cuatro personas.

Justo en estos días han sido asesinados, nuevamente, dos cristianos en Pakistán. Como contó AsiaNews, la primera víctima fue Younas Masih, un comerciante del subdistrito de Chak Jhumra, que fue asesinado a tiros después de una discusión con dos clientes que no querían pagar la adquisición de cigarrillos. La segunda víctima es un cristiano encarcelado desde 2005 por blasfemia y condenado a muerte en 2007. Se trata de Yiunas Masih, muerto el 28 de abril en el hospital, después de haber sufrido graves heridas en la cárcel de Faisalabad. El hombre, como recuerda AsiaNews, había sido amenazado de muerte por sus compañeros de celda.

El representante de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) para la lucha contra el racismo, intolerancia y discriminación contra los cristianos, Massimo Introvigne ha llamado la atención de los cristianos en Pakistán. En una nota difundida el pasado lunes 2 de mayo, Introvigne recuerda que la protección de los cristianos es “un deber serio y concreto de los gobiernos de Pakistán y de otros países donde las minorías cristianas están amenazadas por el ultra-fundamentalismo islámico”. “Los gobiernos implicados -afirma el sociólogo- no podrán decir que no estaban preparados: ya hay webs jihadistas que en este momento piden que se realice el asalto a iglesias y el asesinato de los cristianos”.

Para Introvigne, autor de una biografía sobre Bin Laden, la muerte del ideólogo del jihadismo es “fundamental desde el punto de vista simbólico, pero no para destruir Al Qaeda, que actualmente actúa como una red y no como un movimiento desde el punto de vista operativo”. Según el sociólogo, “está el riesgo de que, a corto plazo, la fragmentación del centro de decisiones produzca una multiplicación de los atentados”.

Por Paul De Maeyer; traducción del italiano por Carmen Álvarez

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ZENIT Staff

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