Por E. Christian Brugger
WASHINGTON , D.C., jueves 12 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Cualquier persona interesada en el aumento de la disensión pública entre los católicos y la enseñanza moral de la Iglesia en los últimos 40 años, está familiarizado con la controversia generada con la publicación de la encíclica papal “Humanae Vitae” publicada por el Papa Pablo VI el 25 de julio de 1968.
Esta publicación fue precedida de cinco años de cuidadoso análisis por parte del Papa con todo tipo de preguntas relacionadas con la regulación de la natalidad. Parte de este análisis fue confiado a un grupo de estudio compuesto por eclesiásticos y expertos, conocido popularmente como la “comisión papal de control de natalidad”.
El grupo de estudio, formalmente llamada Comisión Pontificia sobre Población, Familia y Natalidad, fue constituida, de hecho, por el Papa Juan XXIII el 27 de abril de 1963, seis meses después del comienzo del Concilio Vaticano II. Contrariamente a la creencia popular, el propósito de esto no era el de replantear la doctrina de la Iglesia con respecto a la anticoncepción, sino ayudar a la Santa Sede en la preparación de la próxima conferencia patrocinada por Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud.
Juan XXIII murió 37 días después y el cardenal Giovanni Montini fue elegido el 21 de junio, tomando el nombre de Pablo VI. El nuevo Papa era muy consciente del problema planteado a la Iglesia por el nuevo consenso de Occidente sobre el control de los nacimientos. Los católicos usaban cada vez más los anticonceptivos y los teólogos europeos comenzaban a poner en duda la enseñanza recibida en revistas especializadas. También existía la duda de si la píldora anticonceptiva era una forma de anticoncepción ya que no intervenía en el transcurso del acto sexual. Los asesores comenzaron a presionar al Papa desde todos los lados, sobre la urgencia de la cuestión, instándole a tomar en consideración dicho tema.
El Papa estaba de acuerdo en que el asunto merecía ser tomado en consideración con seriedad, pero pensaba que el Concilio Vaticano II, que estaba en su segundo año, no era el lugar apropiado para ello. Por tanto, aumentó el número de miembros de la Comisión Pontificia, cosa que hizo el 23 de junio, añadiendo médicos, psiquiatras, demógrafos, sociólogos, economistas y matrimonios. Precisamente por que él no especificó a la comisión un nuevo mandato, sus miembros lo redefinieron por su cuenta: analizar de nuevo el contenido y el estatus de la enseñanza recibida en la Iglesia Católica sobre el uso del control de natalidad.
Ya que era una comisión confidencial, muchos detalles relacionados con los trabajos realizados no fueron publicados nunca. Sabemos, sin embargo, que un año antes de la publicación de la “Humanae Vitae”, y seis meses después de que la comisión terminase su trabajo, en la primavera de 1967, cuatro documentos de la Comisión fueron filtrados a la prensa y publicados en inglés y francés. Estos documentos revelaban que la mayoría de miembros estaba a favor de cambiar la enseñanza tradicional sobre la anticoncepción y que así lo habían recomendado al Papa.
La prensa se dio un festín con los documentos filtrados. Los católicos de todo el mundo recibieron la impresión de que la Iglesia preparaba un “cambio en su magisterio” sobre la cuestión de la anticoncepción. Consecuentemente, las esperanzas y las expectativas falsas se fortalecieron. Esto provocó, en parte, la consternación de mucha gente en la Iglesia cuando en junio de 1968 el Santo Padre reafirmó la antigua enseñanza.
¿Por qué los católicos estaban tan mal dispuestos a recibir la enseñanza papal? ¿Por qué el Papa recibió tan poco apoyo de los obispos de todo el mundo?¿Por qué los defensores del cambio de los documentos filtrados pudieron causar tal terrible confusión en las mentes de los católicos sencillos? Muchos libros destacaron los trabajos de la Comisión fueron publicados durante muchos años, pero la mayor parte de ellos fueron escritos por los firmes opositores de la “Humanae Vitae”.
El resto de la historia
El eminente teólogo americano de teología moral, Germain Grisez, profesor retirado de Ética Cristiana en la Universidad Mount Saint Mary de Emmitsburg, Maryland, publicó recientemente en su página web, The Way of the Lord Jesus (www.twotlj.org/Ford.html), varios de los documentos oficiales de la Comisión papal, incluyendo los cuatro que fueron filtrados.
Pocas personas vivas en la actualidad están más cualificadas que Grisez para hablar de los trabajos de la comisión. Como filósofo de moral durante su juventud, él fue la mano derecha del padre jesuita John C. Ford, el más famoso teólogo americano en esa época y el consejero más influyente de la Comisión que defendía la enseñanza tradicional de la Iglesia. Juntos, Ford y Grisez, redactaron la mayor parte de documentos de la comisión exponiendo los argumentos en defensa de la enseñanza recibida contra la anticoncepción artificial.
Grisez proporciona enlaces a los documentos en el contexto de un ensayo biográfico sobre el padre John C. Ford, un gran jesuita que sufrió seriamente por defender la verdad católica en la moral sexual (no confundir con el padre de la Santa Cruz John T. Ford). Los documentos dejan claro que desde el principio de la expansión de dicha Comisión, bajo el gobierno papal de Pablo VI, el secretario general de la comisión, el padre dominico Henri de Riedmatten, de acuerdo con otros miembros de igual opinión, estaban decididos a persuadir al Papa para que cambiase la enseñanza de la Iglesia (en la anticoncepción).
Cuando se votó el 20 de junio de 1966, de los 15 obispos, miembros de la comisión, que estaban presentes, 9 votaron a favor del cambio. Además 12 de los 19 expertos teólogos apoyaron el cambio, así como casi todos los consejeros legales. Tristemente, incluso el teólogo personal de Pablo VI, monseñor Carlo Colombo, dejó claro que el creía que podría haber métodos anticonceptivos en consonancia con la tradición moral de la Iglesia.
A un miembro de la Comisión, el arzobispo Karol Wojtyla de Cracovia se le impidió asistir a las sesiones por los obstáculos impuestos por las autoridades polacas. No existe la duda de que él habría votado con la minoría.
Con la publicación de la “Humanae Vitae” el Papa rompió con las opiniones de la mayoría de sus consejeros cardenales y obispos, así como con su teólogo personal. Recordando los comentarios del padre Ford sobre los desequilibrados resultados de la consulta, Grisez escribe: “Es evidente, observó Ford, que cuando el Papa Pablo V reorganizó la comisión, no quería ir en contra del cambio, sino que quería dar a los que lo proponían, todas las oportunidades para exponer sus argumentos”. Ellos lo hicieron, y el Papa rechazó sus pretensiones.
La reciente publicación de Grisez proporciona un material muy importante para la realización de una evaluación crítica, quizás una reevaluación, de un penoso periodo de la historia reciente, un dolor que todavía se siente en la vida de la Iglesia.
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E. Christian Brugger es Decano de Ética en la Culture of Life Foundation, y es profesor asociado de teología moral en el Seminario Teológico St. John Vianney en Denver, Colorado. Recibió su doctorado en Filosofía en Oxford en el año 2000.
[Para ponerse en contacto con él, dirigirse a bioethics@zenit.org. El texto debe incluir las iniciales y la ciudad o país].
[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]